Mis amigos y familiares se burlaban - y se burlan de mí- porque desde que quedé embarazada me la he pasado repitiendo: “yo leí que...” cada vez que iba a hablar de algo relacionado a gestación o bebés. En esas lecturas recalcaban mucho la necesidad de poner a dormir a los bebés boca arriba.
Contrario a lo que te va a decir tu mamá o tu abuela, el bebé no se va ahogar con un “buche”; ellos tienen un reflejo que les hace girar la cabezita hacia al lado cuando ocurren estas regurgitaciones. Esta diferencia de opiniones generacional se debe a nuevos descubrimientos que indican que posicionar a los infantes sobre sus espaldas cuando duermen reduce el riesgo del Síndrome de Muerte Súbita Infantil(SIDS en inglés o comúnmente conocido como la muerte de cuna).
Con ese miedo en cuenta, mi hija pasó los primeros meses de vida durmiendo tal y como manda la literatura: boca arriba. Y cuando llegó la cita de los 2 meses el pediatra nos anunció que la pequeña tenía un lado del cráneo algo aplanado y que parecía tener tortícolis.
En ese instante mi memoria hizo un recorrido automático por todas las escenas en las que noté “algo raro” en mi nena: siempre dormía mirando hacia su derecha, al bañarla me miraba a mí; que estaba a su diestra, al cambiarla, al sacarle los gases... En fin, y para mí desgracia, mi hija parecía tener cierta afiliación por la derecha.
Fuimos referidos a terapia física pediatrica, donde confirmaron el diagnóstico y nos hicieron un programa que resolvería el problema, pero el papá de mi bebé se preguntó cómo sobrellevan la tortícolis los niños de antaño cuando no existían especialistas. La respuesta está en que antes no había tantos casos como ahora. Y es que hay una intrínseca relación entre la campaña “Dormir boca arriba”, la cabeza plana y la tortícolis.
La campaña ciertamente ha reducido significativamente los casos de muerte súbita infantil, y si tuviera otro bebé no dudaría en hacerlo dormir sobre su espalda, pero también se ha observado un aumento de cinco veces en la incidencia de cabezas planas desde entonces, dijo Michael Edwards, un neurocirujano pediátrico en Sacramento, California.
La tortícolis se da cuando uno o más músculos del cuello se encuentran extremadamente tensos, lo que provoca que la cabeza se incline y, o gire en una misma dirección y se corrige con estiramientos y modificaciones en las actividades diarias:
1. Aumentar el tiempo que el bebé pasa sobre su barriga. Es la única manera que los infantes fortalecen los músculos del cuello. Es importante que pasen dos periodos de 15 minutos al día en esta posición. Al principio no le gustará, pero puedes ayudar si le pones una almohadita (algunos gimnasios para bebé las traen) o una toallita enrollada en el área del pecho.
2. Hacer que duerma intercambiando lados. Para esto usé un artículo llamado Snuggle Nest. Pero si no puedes adquirirlo puedes ponerle una frisa enrollada para impedir que se volteé.
3. Reducir el tiempo que pasa en asientos de seguridad para el auto, andadores, columpios, etc., ya que estos impiden ejercitar el área del cuello y aumentan el tiempo que su cabeza permanece aplanada contra una superficie.
4. Seguir los ejercicios de estiramiento en casa.
El 90 por ciento de estos casos se corrige eficazmente con terapia física, sin embargo, la terapeuta de mi hija me advirtió que a veces, sin razón aparente, los bebés con esta condición comienza a mostrar los síntomas en el lado contrario, algo conocido como tortícolis revertida. Mi hija es toda sorpresas, ahora ha decidido volverse de izquierda.
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